La esperanza de vida en los países desarrollados se ha incrementado notablemente hasta rondar las ocho décadas. Esto significa que, en menos de dos centurias, la duración de la vida humana se ha duplicado. En efecto, a principios del siglo XIX, la expectativa de vida promedio era de tan solo 40 años.
Sin embargo, pese a estas prometedoras cifras, conviene se cautelosos. El proceso de envejecimiento afecta sin duda alguna la calidad de vida y luchar contra este deterioro progresivo se ha transformado en un emblema de nuestro tiempo. Y al respecto, cabe una incisiva reflexión: vivir es algo más que durar.
Actualmente, no es posible detener el envejecimiento que inexorablemente parece estar inscripto en nuestro código genético. Pero mejorar el modo en que vivimos sí es posible. Sentirnos bien y sostener un nivel de actividad (físico y mental) acorde a cada etapa, puede ser una meta fácil de alcanzar. El objetivo, en definitiva, será el de intentar enfrentar saludablemente el paso de los años.
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