Las diferentes especies tienen modelos de alimentación prefiriendo algunas fuentes nutritivas sobre otras, de manera tal que sus organismos reciben lo necesario para desarrollarse y reproducirse. Simultáneamente, el modelo de alimentación es influido por el medio ambiente en virtud del cual se configura el proceso de adaptación y supervivencia.
En el caso de los humanos, como resultante de un prolongado proceso evolutivo, es muy variada la cantidad de alimentos aprovechable. El hombre todavía conserva en su patrimonio hereditario, la memoria del tipo de alimentación correspondiente a sus ancestros y que presenta una notable afinidad con los alimentos que han dejado su huella en el ADN.
Se cree que los alimentos que más benefican al hombre son aquellos que el sistema inmunológico reconoce como familiares y los que se transforman más rápidamente la energía y, sobre todo, lo que son menos perjudiciales para el organismo. Nuestra manera de alimentarnos ha cambiado mucho desde los años cincuenta del siglo pasado por varias razones, entre ellas:
El abandono progresivo de costumbres alimenticias muy arraigadas como consecuencia de los grandes y veloces movimientos migratorios.
La introducción a la dieta de alimentos cuya procedencia de origen es geográficamente distante.
La evolución de las ténicas de producción y conservación que modifican los productos originales.
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