A diferencia de los animales salvajes, que pasan la vida en ambientes a los cuales se han adaptado específicamente, el hombre vive en condiciones dominadas por la artificialidad, en donde la adaptación evolutiva biológica es superada por la propuesta tecnológica. Esto significa que el hombre prolonga cada vez más su esperanza de vida, aunque no necesariamente la calidad. En efecto, el período de decadencia puede ser proporcionalmente más largo que el de sus años de esplendor. La decadencia psicofísica, eclipsa el placer de vivir.
Envejecer, es parte del ciclo vital. No es posible vivir, sin envejecer. Sin embargo, a lo largo de la vida, evitar ciertos hábitos e instalar otros, sin duda contribuirá a desacelerar el envejecimiento y procurarnos una "vejez" activa y digna.
El paso de los años produce en el organismo humano una serie de alteraciones sucesivas del aspecto físico, junto con las correspondientes modificaciones de la funcionalidad de todos su aparatos. Ello ha ofrecido la posibilidad de subdividir la vida humana en diferentes fases: infancia, adolescencia, juventud, madurez, tercera edad y vejez.
Las estructuras corporales se encuentran en fase de crecimiento y sus órganos y aparatos alcanzan el cenit de su potencial, aunque a partir de los 18 años puede empezar a observarse alguna pérdida de la capacidad auditiva, especialmente en la capacidad para percibir los tonos agudos.
Las condiciones física y funcionales se mantienen a un muy buen nivel.
Aparecen las primera arrugas en la frente. Psicológicamente, se suman las crisis que tienen que ver con los proyectos que no se pudieron realizar. En los tiempos actuales, especialmente para la mujer, la maternidad se demora por los tiempos que impone el desarrollo profesional. Esta situación puede ser un disparador de angustia ya que desata una carrera contra el reloj biológico y a menudo las circunstancias juegan en contra. Es evidente, que resolver estas crisis de mitad de la vida, resulta vital para ingresar en la madurez con serenidad y la seguridad de no haber vivido en vano lo años de esplendor.
Los signos de deterioro se hacen más evidentes: pérdida de cabello, alteraciones en la piel del cuello y la cara, primeras manifestaciones de menopausia, disfunciones sexuales y problemas en la próstata en los hombres. La actividad física y una buena alimentación, son la clave que nos permitirán sostener nuestra salud acorde a esta etapa de la vida.
El envejecimiento continua, aunque, superada la crisis de la madurez, suele predominar un período de adaptación a las limitaciones impuestas por el organismo, al punto que, con un cuidado adecuado y oportuna estimulación pueden sostenerse las prestaciones de los órganos y la actividad mental puede mantenerse estable.
El ser humano puede permanecer mentalmente joven, aun cuando el físico siga envejeciendo irremediablemente. Este proceso no es igual en todos los individuos y depende tanto de su predisposición genética y el contexto en el que viva el individuo.
El estado de salud se determina en parte por el reloj biológico y además por las medidas antienvejecimiento que haya tomado a lo largo de toda su vida.